jueves, 1 de julio de 2010

Sueño americano

Siempre he visto que en las películas gringas una pose habitual en los escritores es escribir una novela en algún café. Ahora, este post lo escribo desde Starbucks, y eso es suficiente para sentirme parte integrante del primer mundo. Es más, me siento sofisticado y menos cholo, si entendemos por cholo, el andino chabacano y chicha. Este post servirá para blanquearme; es decir, la situación de tomar café mientras escribo, me hace sentir cosmopolita, auténtico, etéreo, externo, eterno y feliz.

Me he gastado como 30 soles en algunos gustitos. La elemental aritmética me dice que S/. 30 x 30 días = S/. 900 por mes. Yo no gano esa cantidad de dinero. O sea que me jodí. Seré un escritor frustrado, porque no tengo S/. 900 en la cartera. Es más, me he endeudado hasta las cejas para comprarme esta Laptop, para comprarme esta humilde laptop desde donde les escribo.

He descubierto que en Starbucks me inspiro más, gano más moral, tengo más inventiva, soy otra persona, pero ¿Qué hacer si no tengo S/900 por mes? Talvez hable con los dueños de este local, talvez si les digo que en mi novela Starbucks es un escenario esencial, acepten auspiciarme. Talvez si les digo que estoy escribiendo un novelón espectacular, una novela que será más grande que cualquiera de Thomas Mann, que todas las de Gabriel García Márquez, que después de publicada mi novela, Vargas Llosa será el número 3 de Perú (primero yo, después Vallejo), que Günter y Saramago, serán chicles pegados en mi suela, talvez si les digo todas esas cosas, vean en mí, vean en mi interior lo que seré en breve tiempo, un escritor de polendas, el elegido, la carta blanca de Latinoamerica, un escritor universal, ¡Qué Rimbaud ni que ocho cuartos! ¡Qué Oscar Wilde! ¡Qué William Shakespeare!

El delicado sonido de Jazz sale por los parlantes, el objetivo es relajarme, y lo estoy, sino fuera porque de rato en rato siento los cláxones de las combis, Custer, ticos, taxis diversos, 4 x 4 conducidos por meros machos, carros del último año y de los últimos cuarenta; si no fuera por los innumerables Toyota Tercel, Corolla y Yaris que inundan Lima; si no fuera por todo aquello, me sentiría en París, New York, Roma, Tokyo, Hong Kong, Bangkok.

Solamente el olor de Lima me desagrada, cuando entro en Starbucks, me desconecto de aquel olor nauseabundo de Lima, si no fuera por tanto cholo que entra acá, tanto cholo con dinero, me sentiría absolutamente relajado y en paz, y podría emprender aquel proyecto de mi novela. Como Moro, me gustaría escribir mi novela en francés, el español es un idioma simple, poco emotivo y solidario; el francés es maravilloso, musical, totémico, atrevido. Odio el español porque es símbolo de atraso, Starbucks es una palabra extranjera y elegante. Francés, inglés, no importa cuál, pero español no, español jamás.

Le presentaré algunas páginas a los dueños de Starbucks en el Perú. Voy cinco páginas, pero la calidad de mi novela es sorprendente. Inicia mejor que Cien años de soledad, mejor que cualquier novela conocida. El tema, ni qué decir, trata sobre aquello que todos quieren contar, pero nadie sabe cómo. He leído muchas novelas y sorprendentemente ninguna trata sobre lo que voy a contar.

También soy poeta, y voy escribiendo a la par una novela y un poemario. Tengo que admitir que solo Trilce e Iluminaciones están a la altura de mi poemario. ¡Qué Walt Whitman! ¡Qué Federico García Lorca! ¡Qué Pablo Neruda¡ Solo Vallejo y Rimbaud están a mi altura, solo con ellos podría dialogar.

900 soles. Monedas sobre monedas. Un genio que necesita desarrollarse, ¿debe contar con el apoyo de los centros de café del mundo? En Starbucks, me siento fuera del Perú. Siento como si me hubieran dado mi green card, me siento un sujeto cosmopolita y tengo toda la fuerza del mundo. Estoy decidido a que este Starbucks de los Frutales sea mudo testigo de una de las más grandes proezas del ser humano, solamente comparable con el alunizaje del 69, comparable con el campeonato de Brasil en el mundial de fútbol en 1970. La mejor novela y el mejor poemario escritos en 30 días. Si no tengo S/. 900, menos S/ 1800. Solamente 30 días, en el caso de que los dueños de Starbucks sean tan ciegos de no apoyarme, dispongo para culminar mi novela y mi poemario.

Gracias Dios, porque existe STARBUCKS.

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