lunes, 28 de junio de 2010

La enamorada de mi primo, mi primo, mi esposa y yo

La enamorada de mi primo me cae muy bien, aunque ella crea firmemente en lo que yo firmemente no creo. Y este no es un asunto menor. Siempre tendemos a querer que la gente piense como nosotros; sin embargo, este no es el caso, porque tanto mi primo, su enamorada, mi esposa y yo, creemos en cosas tan diferentes que en otros tiempos nos hubiéramos matado.

La enamorada de mi primo cree en Dios, yo no creo en Dios, mi esposa es agnóstica. Mi primo cree en el Dios de los católicos, el cual es el mismo en el que cree su enamorada, pero bajo otra interpretación, a mi esposa le parecen ambas posturas legítimas y a mí todo esto me parece un cuento chino. Mi esposa cree más en el diablo, porque es acluofóbica; a mi primo le gusta la noche, porque es insomne; a mí me gusta dormir después de medianoche y la enamorada de mi primo llega a su casa, cuando yo ya estoy durmiendo.

Somos muy distintos, pero si nos parecemos en algo, es en nuestra firmeza de carácter. Tenemos valores y convicciones sólidos. Y todo esto no nos impide dialogar y ser amigos. Admiro esto del ser humano. Admiro que a pesar de que en el mundo haya mucho imbécil, también existan personas que puedan dialogar sin tratar de convencerse de que portan la verdad absoluta. Ciertamente, a mí me gustaría que la enamorada de mi primo, mi primo y mi esposa vieran las cosas como las veo yo, pero de ninguna manera trataría de imponer mi verdad, porque tampoco me gustaría que ellos lo hicieran conmigo. Cuando hablo con ellos me siento muy tranquilo conmigo mismo, recobro la fe en la humanidad, descubro que la tolerancia es posible, que podemos hablar, aunque pensemos en cosas muy distintas.

Yo cuando me molesto exploto, mi primo trata de guardar silencio, mi esposa utiliza la ironía, nunca he visto a la enamorada de mi primo molesta, pero, por lo que me han contado, es muy temperamental. Es decir, si no fuera por la tolerancia, nuestra amistad sería un espejismo, ya que nos acabaríamos despellejando. Una vez, cuando estábamos en el carro de mi primo, él le dijo a su enamorada que era una fanática cuando trataba de defender su religión, y ella le contestó que si fuera fanática, jamás hubiera estado con él, porque su religión es bastante estricta con eso. Mi primo calló, como reconociendo la sensatez de las palabras de su enamorada, y yo comprendí que lo que me gustaba de estar con ellos es que esta situación ponía a prueba mi tolerancia. Sí, como ella dijo, si yo fuera intolerante, ¿qué estaba haciendo compartiendo aquel momento con ellos? Esto representaba, entonces, un triunfo personal. Yo, como ellos, mostraba gran apertura, y eso me satisfacía.

Sé que soy muy pesimista con el Perú, pero estos breves chispazos de buena fe me emocionan. Mi esposa y yo tratamos de ser buenas personas. Esperamos que en el Perú habite gente menos hipócrita. Gente más abierta. Sin importar lo que uno piense, lo que uno crea, como uno sea, lo que tenemos que cualificar son los valores que dirigen nuestra vida. La fuerza de nuestro carácter para afrontar las adversidades, sin que esto nos lleve a la miseria moral en la que muchos compatriotas están.

Cuatro personas que pensamos distinto. La enamorada de mi primo, mi primo, mi esposa y yo hablamos de manera cordial, pero somos muy distintos. A mi primo le gusta llegar tarde a cualquier lado; a mí me gusta llegar temprano; mi esposa tiene la intención de llegar temprano, pero llega tarde; a la enamorada de mi primo le gusta llegar tarde, pero siempre llega temprano. Y así, sucesivamente.

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