miércoles, 9 de junio de 2010

Cómo leer y no morir en el intento

Para que la comunicación se haga efectiva, se necesita por lo menos dos personas. Dos personas que estén dispuestas a mantener un diálogo. Esto lo notamos cuando tenemos un amigo y le contamos todo sobre nuestras vidas. No tenemos la obligación de contarles nada, lo que tenemos es la voluntad de contar historias, sucesos, emociones de nuestra propia vida. Es así que la característica necesaria para comunicarse es el deseo de mantener un diálogo, de compartir aquello que podríamos, talvez, mantener en silencio.

Si el comunicarnos se convierte en una obligación, resultará tedioso establecer un diálogo. Por ejemplo, en el colegio muchos adolescentes empiezan sus relaciones amorosas, imaginemos que dos enamorados se pelean en el recreo, el chico se olvidó del cumpleaños de la chica, la chica furiosa vuelve al salón de clases antes de que toque la campana y no quiere hablar con nadie, pero cuando la profesora le pregunta algo acerca del curso, ella se ve obligada a responder. No quiere responder, no quiere dialogar, pero lo debe hacer, porque ella sabe que su deber como alumna es participar en clase. Así, notamos que la comunicación forzada es tediosa, pero la comunicación libre, espontánea y voluntaria es un ejercicio entretenido, ameno, pero sobre todo, placentero.

La comunicación no solamente es oral, por definición, para comunicarse, deben haber dos personas, una que codifique un mensaje y otra que lo decodifique. En este sentido, la comunicación puede darse entre un escritor que codifica un mensaje en una novela y un lector que decodifica un mensaje que en este caso es aquella novela. La pregunta es, entonces, ¿cómo establecer un diálogo ameno con un escritor a través de una de sus novelas y que esta comunicación no se vuelva un suplicio?

Eliminar los prejuicios

Para empezar a leer, en primer lugar, tenemos que eliminar los prejuicios. Un prejuicio es un pensamiento previo que tenemos sobre algo o alguien. Por ejemplo, muchas veces juzgamos a alguien sin conocerlo, decimos que es tonto o extraño, pero cuando nos tomamos el tiempo de tratarlo, de hablarle, nos damos cuenta que nos cae muy bien y que no debimos haber anticipado nuestra opinión. Sucede lo mismo con los libros, muchos jóvenes dicen que nos les gusta leer, pero lo cierto es que prejuzgan el hábito de la lectura, lo prejuzgan porque, posiblemente, han tenido algunas malas experiencias.

Imaginemos que un adolescente decida tener una enamorada y en el transcurso de la relación se da cuenta de que ella es una persona conflictiva, ¿acaso este adolescente dirá que como ha tenido una mala experiencia en las lides amorosas jamás volverá a entablar un relación con otra chica? Seguramente que sí lo hará, porque sabe que el hecho de que haya tenido una mala experiencia no quiere decir que siempre será así. El problema es que los jóvenes no saben cómo elegir una compañera que se adecue a su manera de ser, y poco a poco, la misma experiencia les dirá con cuál chica les podrá ir mejor. Elegir un libro apropiado, felizmente, no es una ciencia tan complicada como saber elegir una adecuada pareja. Saber elegir un libro es saber cómo hacer una correcta búsqueda de cuál es el mejor libro para mí.

Búsqueda de referencias

En un pasaje de Alicia en el país de las maravillas, Alicia mantiene una conversación con el Gato de Cheshire.
- ¿Me podrías indicar hacia donde tengo que ir desde aquí?, pregunta Alicia.
- Eso depende de a dónde quieres llegar, responde el gato.
- A mí no me importa demasiado a dónde.
- En ese caso da igual hacia donde vallas.
Cuando queremos emprender un viaje, siempre tenemos que saber a dónde queremos ir. Para saber a dónde queremos ir, debemos saber que es aquello que nos gustaría conocer. Si detestamos el frío, sería absurdo que nos vallamos a Islandia. Y es que jamás tomamos una decisión a sabiendas de que nos vamos a arrepentir. Generalmente, nos arrepentimos, porque no hemos sabido informarnos correctamente de los percances que nuestras decisiones podrían originarnos. Lo mismo sucede con los libros, si no sabemos cómo elegir el mejor libro para nosotros, el leer será una mala decisión, pues no importa que libro elijamos, este siempre nos parecerá aburrido y tedioso.
Saber qué camino elegir es un buen indicador para saber que no nos vamos a aburrir. Saber qué camino elegir es informarnos mediante comentarios u opiniones de otras personas que ya han transitado aquel camino. En el caso de los libros, saber elegir es saber buscar, saber preguntar y saber ser optimistas.
Podemos, en primer lugar, revisar las páginas web de las editoriales o librerías que tienen reseñas de los libros que publican o venden, en dónde también, colocan datos importantes sobre la edad recomendada que debe tener el lector. En segundo lugar, cuando uno recién está iniciándose en la lectura debe pedir consejo a quién ya está más ducho en la materia, por ejemplo, al profesor del plan lector del colegio en donde estudia o a algún familiar cercano. En tercer lugar, el factor más importante, es tener claro cuáles son mis aficiones, por ejemplo, el fútbol, las experiencias de gente como yo o los comics, entre un sinnúmero de temas.
Por lo tanto, si se eliminan los prejuicios y se sabe buscar el libro correcto, se tendrá una experiencia maravillosa, incontrastable, una experiencia fuera de este mundo. Parafraseando un comercial de una bebida energizante, el leer te da alas.

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