miércoles, 9 de junio de 2010

¿Por qué seremos tan hijos de puta?

El ser humano es capaz de hacer las cosas más terribles, más sanguinarias, más perversas que nadie o nada haya hecho nunca jamás. El ser humano es una máquina asesina que viene depredando, casi sin inmutarse, toda forma de vida en la tierra. El ser humano ha inventando las armas más destructivas y las ha empleado sin asco, matando a millones y millones de congéneres. El ser humano ha causado tanto dolor y tanto sufrimiento que la vergüenza le ha marcado las manos con tinta indeleble. Imposible no recordar en la historia del ser humano las matanzas, los genocidios, la valentía que inspira un rifle, una bomba.

Entre tanto dolor, entre tanta desolación. El ser humano, y no me explico cómo, puede brillar más que la estrella más luminosa. No sé cómo, pero el ser humano es capaz de ser bondadoso, piadoso, santo, decidido, realmente valiente, desprendido ¿Aquello es una contradicción? ¿Una paradoja? ¿Cómo el ser humano puede ser a la vez patético y sublime?

He tratado siempre de ser un buen cristiano. Siempre he pensado que mi disciplina como ateo consistía en emular todo lo bueno de los más egregios representantes de la humanidad. Que mi disciplina como ateo consistía en estar a la altura moral de Jesucristo, Sócrates, Buda, Ghandi, Martin Luther King. Ahora, he perdido el rumbo. Me he ahogado en las pequeñas cosas que tanto le gusta a la gente miserable. Me he apartado del camino de la luz. Mi orgullo ha vencido después de todo. Ya no soy el imberbe adolescente que se enamoraba y pensaba todo el maldito día en algún amor imposible, ya no soy aquel chico desganado e inconsolable. Ahora necesito más. Pero, ¿Qué necesito? ¿Bastaría si dijera que necesito algo? Algo nomás. Algo que me haga sentir bien.

Mi amigo Chicho dice que debo conformarme con mi verdad. Mi amigo Chicho es un cojudo, me gustaría llamarlo Don huevón, pero presiento que se molestaría si lo hago ¿Por qué llamaría así a mi amigo? Posiblemente él sea el único amigo que tengo. Pero me gusta pensar que nos podemos decir de todo. De alguna manera extraña le quiero hacer daño, pero de una manera sensata no lo hago. Ya le he hecho mucho daño en el pasado, y me he perdido en el ideal de ser una buena persona. Talvez ese sea el problema. Todos queremos hacer cosas buenas, pero terminamos jodidos y jodiendo. Si contara todo lo que le hice a mi amigo, faltaría espacio en este humilde post.

Chicho es un huevón. Un huevón como todos, como lo soy yo. En fin, no quiero ahondar en estos desencuentros. Lo que quiero decir es que a veces queremos hacer algo bueno y la terminamos cagando. Pero entonces, aún sigue mi duda. ¿Cómo carajo algunos pueden seguir su vida de manera coherente? ¿Cómo algunos pueden resistir el aroma sencillo del café en una mañana cualquiera mientras una mujer te sonríe y falsamente crees que todo es eterno? ¿Cómo resistirse a las pequeñas cosas que planeas con tus hijos mientras trabajas feliz como un esclavo un viernes a las 8:00 pm frente al teléfono silencioso y negro? Aún así, a pesar de que sabes que hay personas similares a ti, pretendes pensar que nada puede ser más importante que tu “bienestar”. ¿Bienestar?, ¡qué palabra tan compleja, ¡qué palabra tan jodida!

El problema creo que es que cuando entras en el juego de los intercambios, de la acumulación, de las inversiones, del disfrute, de la metódica manera de guardar dinero y gastarlo en los momentos “adecuados”, después de todo eso, te es imposible salir. Me imagino que es como un torbellino que no te deja. El “bienestar”, aunque jodas a más no poder, aunque jodas a la mayor cantidad de gente posible, es el patrón que guía la vida de muchos, pero no de todos, y eso lo extraño.

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