miércoles, 9 de junio de 2010

La historia de las últimas veces

En la vida, uno siempre piensa en que las cosas se repetirán, pero que tal si no se repiten. Que tal, en definitiva, si nada vuelve a ser como antes. Yo me he peleado con medio mundo. Yo sé que es ser odiado. Yo puedo decir: a mí se me odia o se me quiere. Yo tengo mil enemigos. Yo tengo la dicha de conservar unos pocos pero buenos amigos. Sin embargo, si supiera cuando es la última vez que le hablo o veo a alguien, talvez diría algo mejor, talvez sonreiría.

Yo tengo un carácter muy especial. A mí me gusta que me traten bien. A mí me gusta que me reconozcan lo que hago. A mí no me gusta que me jodan. A mí no me gusta que me reclamen. A mí me gusta que me traten como a un futbolista del Barcelona. A mí me gusta que me mimen. A mí me gusta que me perdonen. A mí me gusta joder y que nadie diga nada. A cambio de eso, yo me preocupo por mi equipo. A cambio de eso, yo trabajo más duro que el resto. A cambio de eso, yo soy el capitán y responsable de las acciones que tomo para el beneficio de mis comandados.

Sí, he confesado que me he peleado con medio mundo, pero jamás había dado tanto de mí como en estos meses. Estudio una segunda carrera en la UPC y hay un curso que se llama Habilidades Comunicativas, en donde, modestias aparte, soy relativamente bueno. En la última DD (una especie de práctica grupal), mi equipo y yo (equipo con el que vengo trabajando en todas las DD anteriores) teníamos que redactar un informe ejecutivo en clase, pero al final el único que redactó e hizo todo el trabajo fui yo. El trabajo era largo y desde el primer momento comencé a redactar velozmente, una chica llamada Silvia que había elaborado el texto con anticipación, ya que las fuentes estaban colgadas en Internet desde días previos, había elaborado un informe que supuestamente sólo teníamos que pasar en limpio. El informe que Silvia me dio era un mamarracho. Yo estaba desesperado, pues sólo teníamos 2 horas para elaborar el informe. Sentí que en vez de que mi equipo me cuidara, en vez de que mi equipo me diera la tranquilidad para que yo les salvara de esta situación difícil, ellos se empeñaron en discutir mis decisiones, joderme y criticarme.

En un momento dado, Silvia me pide que le pase su cuaderno donde había escrito el mamarracho que se había atrevido a darme. Yo, dentro de mí, pensé: que carajo quiere hacer, ¿acaso no entiende que en vez que redactar por su cuenta, que dicho sea de paso lo hace mal, debe ayudarme en lo que yo requiera? No le dije nada, me quedé callado, tratando de buscar desesperado mi liquid paper que estaba dentro de mi mochila. Ella me dijo que yo era un malcriado por no responderle. Yo le dije, ¿pero acaso tu no eres igual cuando estás ocupada? Ella respondió que yo, dado que soy mayor (unos 4 años), le debería enseñar buenos modales. ¿Acaso quieres que te eduque?,le pregunté sarcásticamente. Al final de la clase me le acerqué tratando de calmar la situación, pero ella me dijo que lamentaba haberme dado tanta confianza, que ya no éramos amigos. Aquello me resintió, pues pensé, de repente por pura ingenuidad, que ella iba apreciar que me hubiera hecho cargo de todo, pensé que me iba a agradecer por ser un buen líder. Lejos de aquello, me escupió en la cara (metafóricamente).

Cuando nos entregaron las DD, sacamos una nota aceptable. Lo que nos bajó varios puntos fue la última parte, lo que sucede es que como el texto era largo, no la logré corregir. Yo hice todo el trabajo solo. Silvia ya no me hablaba. Pero cuando nos devolvieron el examen me dijo, debemos sacarle copia para corregir los errores. ¿Corregir los errores de mi texto? Que ella corrija el mamarracho que hizo, el cual si lo hubiéramos presentado habríamos sacado cero. No quería darle mi texto. Pero no quería pelearme con los otros dos integrantes de mi grupo, especialmente con Víctor, ya que él me cae muy bien. Sin embargo, no me pareció para nada justo darles mi trabajo, darle a ella mi trabajo. Así que tomé la decisión que pasarme a otro grupo. ¡A ver como les va sin que yo los cuide!

La última vez que le hablé a Silvia como amigo fue el día que dimos la DD. Quise explicarle que estaba presionado, que si era una verdadera amiga debía entenderme. Ella se dio media vuelta y se fue, previamente me dijo que ya no éramos amigos. Yo tomé esas palabras como una sentencia la cual voy a cumplir hasta el día en que me muera. Ya jamás volveré a ser amigo de Silvia. Poco a poco nos dejaremos de saludar por compromiso y será como si nunca nos hubiéramos conocido. Talvez si hubiera estado preparado para aquella discusión, habría hecho algo más que quedarme callado mirando como se alejaba. Talvez le hubiera dicho un adiós más sentido, talvez la hubiera abrazado, talvez la hubiera mirado a los ojos tratando de resumir ese corto pero intenso tiempo en el que fuimos amigos.

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