viernes, 6 de agosto de 2010

¿Progreso?

La idea que voy a defender en este post es que el artículo publicado por el presidente Alan García Pérez en el diario El Comercio en el 2007, titulado El síndrome del perro del hortelano, no puede ser definida como una idea progresista ni como una visión particular de progreso, sino todo lo contrario, como una idea retrograda, y por lo tanto, antiprogresista.

Progreso usualmente se define como aquello que representa una mejoría. Esta definición, aunque parezca para muchos clara y satisfactoria, realmente no lo es. Cuando nos referimos a un estado mejor, lo hacemos con respecto a la comparación entre un hoy y un ayer. Es decir, cuando decimos que hemos progresado nos referimos a que estamos mejor hoy de lo que estuvimos ayer. Por lo tanto, progresaré, que es el futuro imperfecto de progresar, significa que estaremos mejor mañana de lo que estamos hoy. Para definir progreso, entonces, tenemos que definir qué es estar mejor, y todo qué debe ser expresado por un quién; por lo tanto, el progreso solo podrá ser definido por un quién particular.

Otro problema que trae la comprensión de la palabra progreso, eludiendo el problema de quién según qué valores va a priorizar qué cosas, es si podemos establecer una concepción de progreso que sea ética (como sinónimo de bueno). Si nos imaginamos que alguien expresa una concepción de progreso inmoral, por ejemplo, progreso es matar a los judíos, como lo hizo Hitler, nos daremos cuenta que por definición, esta última idea es imposible, ya que si hacemos de la palabra progreso una acción éticamente inválida, nos desviamos del sentido que queremos asignarle a la palabra progreso como algo bueno. El progreso, entonces, en un sentido político, debería implicar una acción que se acerca cada vez más a lo que es justo, y lo justo debe construirse como dice Santiago Alfaro, dentro de un Estado-nacional, pero no del antiguo Estado-nacional, sino de uno que afirme 1) el repudio a la vieja idea de que el estado es posesión de un solo grupo, 2) el rechazo de las políticas de reconstrucción nacional a partir de una sola cosmovisión y 3) el reconocimiento de la injusticia históricamente cometida, esto en referencia a la discriminación y violencia que hemos ejercido a los pueblos más vulnerables.

Después de lo expresado, y con respecto a lo ocurrido en Bagua (hace más de un año de aquello), no creo que el Estado peruano tenga una idea de progreso, porque considero que una idea de progreso no pueda ser éticamente inválida. Para demostrar esta última aseveración me centraré en lo que mencioné líneas arriba: “el reconocimiento de la injusticia históricamente cometida”. Se menciona en la frase anterior la palabra injusticia. Santiago Alfaro nos dice que para construir una mejor ciudadanía (progreso) tenemos que reconocer lo que fue injusto; es decir, lo que no era justo. Una idea de progreso no puede propugnar una idea injusta. No podemos decir que una idea de progreso es mantener una monocultura, racista y clasista. Nelson Manrique refiere, en unos de sus libros, esta actitud en el Estado Peruano, donde ser indio es sinónimo de sucio e ignorante.

El perro del hortelano, propuesta del presidente Alan García para una reconstrucción nacional, no puede ser una idea progresista, si en primer lugar, no empezamos por reconocer que el problema de discriminación y sometimiento fue originado por una clase dominante que vio al indio como un ser marginal. No podemos construir un país moderno con el Estado-nacional antiguo. Toda aquella idea de progreso debe estar inscrita en una perspectiva de multiculturalismo e interculturalidad. Cuando decimos que progreso es aquella vieja idea ilustrada de homogenización, lo que hemos expresado es una idea de antiprogreso, por llamarla de alguna manera.

En el enlace de abajo podemos leer el artículo titulado El perro del hortelano, publicado en el diario El comercio por el presidente Alan García Pérez.

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